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HACIA UN MEJOR DESARROLLO MORAL Por Tibor R. Machan Fuente: CEES (Guatemala) | |
La práctica de la libertad ha tenido mejor suerte y éxito que la filosofía de la libertad. Por ejemplo, el sistema económico norteamericano que floreció bajo condiciones de relativa libertad, ha producido prácticamente un milagro de bienes y servicios, mientras que la filosofía de la libertad el sustrato moral de su sistema ha perdido el apoyo de los norteamericanos. Y los enemigos de la libertad hoy día, al observar el decadente clima moral, sugieren que el éxito económico alcanzado tiene la culpa. Dicen que el sistema de libre empresa que no es otra cosa que la voluntaria cooperación entre individuos en sus actividades económicas- ni ha funcionado ni funciona. Pretenden probar esto aduciendo que la eficiencia económica y la libertad de producción e intercambio no han contribuido al clima moral; pero en realidad la objeción es que la economía de mercado no ha logrado aquello para lo cual no fue adoptada: nunca fue adoptada para convertirlos a todos en seres moralmente perfectos. El problema consiste en no poder reconocer la diferencia entre la conducta política y la conducta personal. La primera concierne a la forma en que la gente convive en paz, mientras la segunda concierne a la forma en que uno vive su propia vida. Un sistema político puede ser bastante eficaz y aun así no garantizar que los ciudadanos serán buenos individuos. Y es precisamente con objeto de conseguir la mayor posibilidad de desarrollo moral por parte de cada persona, que todos deben estar libres de la agresión de los demás. Es la libertad personal del hombre, es decir su capacidad de elegir, lo que forma la base filosófica del sistema político que llamamos la sociedad libre. Si los hombres no fuesen libres en este sentido fundamental, no podrían evitar actuar como actúan; y esperar que se abstuviesen de interferir en la vida de otras personas sería irracional, como lo sería el deseo de lograr una sociedad libre. Una sociedad políticamente libre requiere medios para protegerse de aquellos que infringirían o atacarían las vidas y la propiedad de personas pacíficas. Esta convicción es el ímpetu que motiva la aceptación de parte de las personas, de algún sistema político, esto es, de la institución de un gobierno. Los enemigos de la libertad nunca han comprendido que simplemente no existe un método politico para hacer bueno al hombre libre. Sin embargo, será libre solamente si logra impedir que algunos coaccionen a otros. Si alguna cultura es moralmente defectuosa, nada pueden hacer hombres libres para inducir moralidad, excepto el educar tan enérgica y efectivamente como lo permitan sus talentos y su devoción a la virtud. Constituye un error acusar a hombres libres de no tratar de hacer a los otros hombres buenos a través de medios políticos: una persona que respeta la libertad no puede aspirar a convertirse en filósofo-rey sin contradecirse a sí mismo. Es ilógico predicar que ningún hombre debe forzar a otros cuando, al mismo tiempo, ¡se está tratando de imponer la libertad y la virtud por la fuerza! Cuando los individuos no llegan a la altura de calidad moral, como sucede con muchos hoy día, ello significa que están actuando sin inquirir qué es bueno o malo. La idea que los individuos puedan aspirar a la virtud moral ha sido desacreditada, y en vez, la responsabilidad de lograr la virtud y la moral ha sido transferida a la colectividad, al grupo, a la sociedad. El individuo como individuo ha sido siempre fundamental al sistema económico de la libertad, pero en asuntos de moralidad personal al individuo no se le ha asignado mucha responsabilidad. La comunidad, la iglesia y la autoridad política han asumido la función de dirigentes morales . Hoy, cuando es evidente que la moralidad no puede politizarse y que algo anda profundamente mal, la gente está rechazando inclusive la posibilidad de ser buenos. Muchos estudiantes universitarios expresan que el bien y el mal no se puede conocer. Que todo es relativo. Que únicamente somos capaces de acciones reflejas. Pero no sólo estudiantes y gente joven, sino también miembros de generaciones mayores en general se sienten pesimistas respecto de la posibilidad de construir una sociedad más moral para ellos y para la sociedad. Francos enemigos de la sociedad libre aprovechan este vacío moral atribuyéndolo a la relativa libertad que la mayor parte de la gente gozó en los primeros días de Norteamérica y de otras sociedades occidentales, que fueron influidas por los liberales clásicos ingleses (Adam Smith, David Hume, John Stuart Mill). Por medio del señalamiento de algunos fracasos de personas que han sido parte de la cultura americana, ellos desean que creamos que hay necesariamente una conexión entre la libertad política y la mala conducta personal. Existe, desde luego, una conexión necesaria entre la libertad y la posibilidad del mal, así como existe la conexión entre la libertad y la posibilidad del bien. Pero lo que importa es que tanto el bien como el mal conciernen a la conducta personal. Nadie puede hacer a otra persona buena o mala. En fin de cuentas, causando daño a alguien que es bueno no se le convertirá en malo, ni el ayudar a una persona mala lo convertirá en buena. La adulación y la culpa, el premio y el castigo, son reacciones naturales al bien y al mal, pero no son sus causas principales. Quienes sostienen que la sociedad libre es mala para la gente, por el hecho de que cuando los hombres han sido libres no todos se han portado bien, están equivocados. Es, de hecho, solamente en una sociedad libre, que la mala fe y la picardía de algunas personas no tienen necesariamente efectos perjudiciales para todos. Bajo el socialismo, donde todos se meten en la vida de los demás, el mal que hacen los hombres vivirá después de ellos, al lado de ellos, alrededor de ellos, para siempre. Los fracasos de un gobierno colectivista conllevan daño para todos; lo que es peor es que es imposible descubrir quiénes son los responsables del fracaso. El abandono de la responsabilidad individual en favor de la colectiva promueve la ausencia de responsabilidad en toda la sociedad. Hoy día, en un clima de temor e incertidumbre moral, personas inescrupulosas hacen toda clase de esfuerzos por obtener control político sobre los demás. Sus argumentos de que la sociedad libre y el correspondiente mercado libre producen mal debe ser desafiado. Una sociedad libre quizá no produzca todo lo que todos quieren. Pero los hombres libres pueden escoger sus propias finalidades. Cuando no hay libertad la persona no puede ni siquiera aspirar a satisfacer sus finalidades en forma privada. Cuando la vida de una persona está controlada por amos políticos y la situación no va bien, existe poco incentivo personal para mejorar, comprensiblemente. Pero en un ambiente de libertad, los esfuerzos mismos del hombre pueden traducirse en hacer su vida más productiva y más valiosa. Y esto podrá estimular a otros para que hagan lo mismo. Tratar de mejorar la calidad moral de la vida en una sociedad mediante la centralización y la dirección política es vano. Tales esfuerzos simplemente diluyen la responsabilidad y reducen la probabilidad de mejoramiento moral. Se necesita, por el contrario, un esfuerzo concentrado para devolverle a las personas tanto sus derechos como sus responsabilidades. Aquellos que valoran la vida humana y desean que se viva bien deben apoyar al avance hacia una sociedad libre. | |
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